Santo Domingo. En la Guerra de la Restauración (1863-1865), contienda que consolidó la independencia dominicana, los soldados, en su mayoría campesinos, enfrentaron a las autoridades españolas con la táctica de guerra de guerrillas, consistente en atacarlos en el bosque tropical, donde además consumían alimentos que contribuyeron para su triunfo militar.
De acuerdo al presidente de la Fundación Sabores Dominicanos, Bolívar Troncoso Morales, los víveres que por excelencia se consumía durante el enfrentamiento
bélico, eran el plátano y yuca fundamentalmente, asados en brasas de la madera quemada o en su defecto sancochados, acompañados de carnes de res y cerdos que cazaban y preparaban con sal, puesta al sol, o en sanguaza para su conservación.“Una
de las primeras experiencias de consumo de este tipo de alimento se presentó en
el poblado de Sabaneta, donde el general Santiago Rodríguez tenía grandes
extensiones de terreno con cría de ganado y cultivo de víveres, donde
estableció su cuartel para enfrentar a los españoles”, relató el experto en
gastronomía y turismo.
En
ese contexto, narró que el general Rodríguez alimentaba a los soldados con su
ganado, utilizando carne de res y cerdo secada al sol, las cuales salaban y
luego la acompañaban con plátano o yuca. También la preparaban como
tocino.
“De
acuerdo a los informes de guerra de la época, se dice que generalmente se consumían plátano porque era lo que más
se producía. Lo pelaban y asaban en la brasa con un palillo incrustado por si
tenían que pelear o salir huyendo a refugiarse del enemigo”, dijo Troncoso,
quien, además, es director del Instituto Geográfico Nacional José Joaquín
Hungría Morell (IGN-JJHM)
En
ese orden, precisó que para no perder el alimento y poder resistir en el
bosque, los soldados entraban los plátanos en la valija o macuto, y al terminar
la batalla, se lo comían. Le dejaban la vara o pincho para poder comerlo
durante la marcha, técnica de cocción que ayudaba a que se mantenga el alimento
sin la necesidad de cocinar luego de la cruzada, evitando así que los descubran
por el humo o el olor de la carne asada.
Narró que para el guerrero restaurador no había problemas de alimentación porque desde su niñez aprendió a “montea”, es decir, a buscar comida,
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