Por Pedro Calderón Prieto ( @pcp2020.do
)
Aunque ya llegó, en nuestro país todavía no azota con crudeza la pandemia
que recorre gran parte del mundo. Aún así, es posible darnos cuenta de las
grandes diferencias que existen en nuestra población a la hora de tomar medidas
para evitar los contagios, y con ellos su propagación.
Las recomendaciones suelen ser las mismas en todo el mundo. Quedarse en
casa y trabajar a distancia; no usar el transporte público, evitando los
lugares concurridos y lavarse permanentemente las manos. Estas últimas parecieran ser las más importantes,
además del evidente aislamiento preventivo con o sin síntomas. Pero, examinemos
una a una las recomendaciones.
Primero, ¿puede el pueblo dominicano trabajar a distancia? En un país donde
el derecho al trabajo digno no está garantizado, pensar en el teletrabajo
parece ser una utopía incluso en tiempos de pandemia. Por ello, debemos avanzar
hacia una sociedad que valore la humanidad de sus trabajadores por sobre su
rentabilidad económica.
Además, resulta prioritario que todos los trabajadores y trabajadoras tengan
asegurada tanto su previsión social como los seguros médicos. No es posible que
ante el contagio de coronavirus se vean obligados a seguir trabajando porque no
pueden dejar de llevar dinero a sus casas, y con ello se vean expuestos sus
compañeros de trabajo y la comunidad en general.
Por otro lado, el uso del transporte público no es una elección para miles
de dominicanos y dominicanas. Descartada la posibilidad de dejar de trabajar, la
movilización es una necesidad básica que está bastante descuidada por parte del
Estado. Las empresas que prestan el servicio no cumplen las mínimas normas de
seguridad y el hacinamiento en carros públicos, guaguas y voladoras es terreno
fértil para que el virus se siga propagando. Una vez más, los pobres son parte
de esa población vulnerable que está más
expuesta a contraer la enfermedad.
En tanto, lavarse las manos y cuidar la higiene personal es, sin duda, la
recomendación más repetida. El problema radica en las condiciones en que viven
muchos de nuestros compatriotas, por ejemplo, viviendo entre aguas estancadas y sin agua potable que les permita cumplir
con las indicaciones entregadas por las autoridades de salud, e incluso volviéndolos
presas fáciles del dengue y otro tipo de enfermedades.
Las precarias condiciones sanitarias y de vivienda existentes en los
barrios con menores recursos, son las que expresan una de las principales
diferencias sociales, evidenciando la ausencia del derecho a la salud
garantizado para todos y todas.
En ese sentido, el sistema es deficiente desde su estructura. Basta un contagiado en cualquiera de nuestros
barrios capitaleños para que el COVID-19
se propague rápidamente por la población dominicana. Nunca estuvimos
preparados.
Por lo anterior, es de una necesidad imperiosa fortalecer el sistema de
salud público. Urge una voluntad política transversal para convertir la salud
en un derecho real para todos los dominicanos y dominicanas.
El desafío inmediato que nos deja la
crisis es lograr que el Artículo 61 de la Constitución se cumpla de una vez por
todas.
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