El Banco de Reservas
auspició el álbum “Una mujer”, de la reconocida soprano dominicana Nathalie
Peña-Comas, que compila hermosas canciones populares y cuenta con la producción
del maestro Manuel Tejada.
En el lanzamiento de
la producción, el subadministrador de Empresas Filiales de Banreservas, Rienzi
Pared Pérez, recordó que esa entidad bancaria desde su fundación siempre ha
apoyado las artes, en especial la música, y así lo demuestran los álbumes que
ha respaldado en los últimos años.
Al ponderar los
talentos de la artista, dijo que Peña Comas “ha sido dotada por Dios del
maravilloso don del canto, que ha cultivado con esmero y dedicación, tanto en
el país como en el extranjero, asumiendo una carrera llena de conquistas y
éxitos que nos enorgullece como dominicanos”.
A su vez, Nathalie
Peña Comas exclamó que la honra profundamente haber contado con el respaldo de
esta importante institución bancaria de la República Dominicana y que gracias a
Banreservas “Una mujer” pasó de ser un sueño a ser realidad.
La cantante dijo que
esta producción, que dedica a la mujer, ofrece un canto lírico libre y flexible
que aspira a calar en el gusto de todo público, sin importar la edad o
preferencia musical.
Suma
de talentos
El álbum “Una mujer”
cuenta con la colaboración de renombrados cantantes nacionales e internacionales
como Maridalia Hernández, Raulín Rodríguez y Plácido Domingo Jr. En la
producción también se conjugan los talentos de destacados compositores y
cantautores.
La canción “Una mujer” es autoría de José
Antonio Rodríguez y el maestro Manuel Tejada; “Despiértame”, de Charlie Mosquea;
“Me muero sin ti”, de Ramón Orlando Valoy; “¿Quién como él?” y “Regresé”, de
Manuel Jiménez; “Elegía sexta”, de Aída Cartagena Portalatín y Víctor Víctor;
“Sueña”, de Claudio Cohén; “Esta noche”, de Argelis Rivas, y “Con flores a
María”, de Luis Dias.
En esta última pieza
participaron miembros de la Orquesta Sinfónica y el Coro de la Radio Nacional
de Bielorrusia, dirigida por Gerardo Estrada.
Su
historia
Nathalie Peña-Comas
empezó su carrera en la Escuela Elemental de Música Elila Mena, donde aprendió
a tocar el piano. Durante su adolescencia despertó su afición por Martha
Argerich, a quien admira por su virtuosismo, su genio y su extrema musicalidad.
“Soñaba con algún día
poder estar en lugares donde ella se presentaba. Escucharla era algo mágico y
sagrado. A través de sus discos pude apreciar la complejidad de las
composiciones clásicas y construir un criterio musical”, recuerda la artista.
Cuenta que su vida
cambió al conocer la obra de María Callas. Entonces pasó de pianista a
cantante, dio pasos hacia sus sueños y llegó a formar parte del Coro de la
Ópera Estatal de Viena, durante cuatro años.
La soprano evoca uno
de los principales sonidos musicales de su infancia: la voz de su madre, que le
cantaba canciones para disipar el miedo en las noches en que tenía pesadillas.
Definió aquella voz como dulce, un sonido que lleva grabado en la mente y en el
corazón.
“Creo que los cantos de mi mamá influyeron de
alguna manera en mi deseo de ser
cantante”, concluyó.
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